“Siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó…” (Jn 1, 37). Esta experiencia se repite en la vida de cada uno. Sentimos que caminamos con Jesús y Él nos mira. Somos libres pero Él nos acompaña. Como los padres que dejan que jueguen sus hijos pequeños sin perderlos de vista. Así estamos nosotros con Jesús: hacemos cosas que hemos elegido mientras su mirada amorosa nos sostiene. |
Como personas sedientas de plenitud, anhelamos la amistad de Jesús. No le preguntamos qué hace, dónde va o quién es; sólo le decimos: “¿Dónde vives?” (Jn 1, 38b). No queremos hacerle un reportaje o una entrevista, sino que buscamos una permanencia y una continuidad, aspiramos a un vínculo. Queremos estar con Él, compartir su tiempo, vivir en su compañía.
Jesús nos responde con generosidad: “Vengan y vean” (Jn 1, 39). La invitación a estar con Él es inmediata pues su agenda está abierta, disponible, para que vivamos en su compañía. Su proyecto es vivir con nosotros. Jesús, en su vínculo de amistad, no sabe lo que es postergar, diferir, retrasar, supeditar, ignorar… Jesús es quien se queda cuando le invitamos (cf. Lc 24, 29), quien entra cuando le abrimos la puerta (Ap 3, 20), quien es enviado por el Padre para que vivamos la Buena Noticia (Lc 4, 18-19).